El día de hoy por la mañana, fui a comprar lo necesario para colocar mi ofrenda, compré camote, tejocotes, tortillas, calaveritas de chocolate, mole, mandarinas, jícama, calabaza, caña, y el tradicional pan de muerto, que nunca puede faltar en una buena ofrenda y por supuesto papel picado. En la ofrenda coloqué un poco de tequila y cerveza, pretendía colocar pulque, pero no lo pude conseguir.
Mientras colocaba la ofrenda en mi casa, fue inevitable no recordar a mi abuela y bisabuela, de las cuales aprendí mucho, a ellas les debo muchas enseñanzas y buenos momentos que nunca olvidaré. En el caso de mi abuelita Eva, recuerdo aquellas tardes donde nos llevaba a ver la corrida de toros, nos explicaba en qué consistía y sobre todo transmitía su emoción. Con mi bisabuela Conchita, es inevitable no recordar esa “sobremesa” tan larga, pero amena, donde platicaba anécdotas de la Revolución Mexicana, cuando ella era pequeña y de sus amores de la juventud.
Es por eso que la ofrenda como todos los años está dedicada a ellas y a todas las personas que lamentablemente ya no están con nosotros.
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